La ausencia de Ángel Hernández empezó hace ocho meses con una llamada. Cuando preguntaron por su mujer, él respondió: "La he ayudado yo a suicidarse porque ella no podía y yo le he prestado mis manos". Juntos estuvieron 30 años conviviendo con la esclerosis múltiple, intentando que llegara una muerte digna que acabara con su dolor.

Al final, María José le pidió ayuda para marcharse. "Se lo pregunté, y puse la cámara y así fue", explicó Ángel a laSexta Columna en abril de 2019. María José dejó de sufrir, pero Ángel abandonó su casa esposado y acabó frente a un juez. Ocho meses después, las cosas de Maria José siguen en el mismo sitio. Todo se ha detenido hasta que Ángel triunfe en su lucha.

"Cuando se apruebe la ley de eutanasia empiezo a regalar las cosas de María José que puedan servir a personas que lo necesiten", afirma. Ángel ha transformado la pérdida de María José en energía para seguir luchando. "Hay gente que está sufriendo en silencio. A mí se me conoce desde hace un año, pero es que he estado 30 años y nadie sabía nada de nosotros, absolutamente nada. Hay gente que está pasando lo mismo que María José, lo que es terrible, por lo que es necesario que sea ya".

Ángel lucha junto a la asociación Derecho a Morir Dignamente. En julio presentó junto a ellos un millón de firmas a favor de la eutanasia. No quiere que nadie sufra lo que ellos sufrieron. "Si hubiera habido ley de eutanasia, en las condiciones de María José seguro que se la hubieran aplicado. No habría tenido que pasar el trago de hacérselo", lamenta Ángel, emocionado.

Ángel sigue imputado por el homicidio de su mujer, por haberla ayudado a morir. Ha decidido dedicar el dinero que heredó de María José a la investigación contra la esclerosis múltiple. Algún día, la lucha de Ángel acabará y por fin podrá descansar. "Es necesario que salga adelante esta ley, pero cuando salga no volveréis a verme, me iré. Venderé todo, me iré de alquiler en algún pueblo", señala.