Entró en el tribunal que le juzgaba por homicidio en primer grado ataviado con una toga del siglo XVII y una peluca empolvada y atado a la réplica de un cepo al que se uncía a los reos que se rebelaban contra la intolerancia religiosa de la Iglesia.
Renunció a sus abogados, asumió una condena de veinte años, renunció también a la concesión de la libertad condicional por no renunciar a sus principios, le prohibieron ejercer como médico, y afirmó en la TV que todos los médicos juegan a ser dios cuando intervienen en el curso natural de las enfermedades; es decir, siempre.
Lee el artículo completo de Alfonso Ormaetxea publicado en la revista de DMD nº 55.
Kevorkian. Revista DMD 55 copia
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