Por Fernando Marín
Un artículo publicado recientemente en un periódico norteamericano relata cómo diez residentes de una comunidad de jubilados de alto standing de Filadelfia se reunieron, más o menos en secreto, para responder a una pregunta tabú: si llega un momento en que siento que he vivido lo suficiente, ¿cómo puedo morir de forma rápida y pacífica?
No son personas mayores deprimidas, tienen de 70 a 80 años y no tienen la intención de morir pronto. Pero quieren disponer de la opción de hacerlo como una «acción preventiva», antes de que su salud de deteriore de forma irreversible en sus últimos años, especialmente por una demencia.
Según los expertos, muchas personas mayores están sopesando la posibilidad del suicidio. Son la generación del baby boom, conocida por valorar la autonomía y la autodeterminación, que se hacen mayores justo cuando la medicina es capaz mantener un cuerpo humano con vida mucho más tiempo que nunca.
El «suicidio racional» no es el resultado de problemas emocionales o psicológicos, sino una decisión bien razonada. Por su experiencia con familiares, prefieren morir a experimentar un lento declive debido a la demencia. El suicidio racional es controvertido porque va en contra de muchas normas sociales, convicciones religiosas y morales y una idea simplista de la prevención del suicidio, que sostiene que la vida siempre vale la pena.
A otros, les preocupa que el suicidio se pueda convertir en el futuro en una forma aceptable y apropiada de morir, una norma social, fácil de hacer y más común, algo que sería particularmente peligroso para los mayores por la discriminación por la edad (ageismo) que existe en la sociedad. “Tenemos la responsabilidad de cuidar a las personas a medida que envejecen. Promover el suicidio racional crea el riesgo de un sentido de obligación para que las personas mayores usen ese método en lugar de abogar por una mejor atención que aborde sus preocupaciones de otras maneras».
La realidad es que muchas personas mayores se suicidan cada año. En muchos casos existe una depresión o una enfermedad mental, pero no está claro cuántos de estos suicidios se llevarona cabo con lucidez, como una elección racional.
El discurso de la prevención del suicidio sostiene que, si bien es normal pensar en la muerte a medida que envejecemos, la ideación suicida es una señal de que las personas necesitan ayuda. Todos los suicidios deben evitarse abordando la salud mental y ayudando a las personas mayores a vivir una vida rica y satisfactoria.
Para las personas mayores es muy difícil hablar sobre la muerte voluntaria, es un tema subversivo, que choca contra el ideario de las comunidades donde las personas, a medida que envejecen, pasan de vivir independientes en sus apartamentos, a ser asistidos en residencias. “Debido al estigma, las conversaciones generalmente se mantienen en secreto”, dice una de ellas. “Tenemos toda clase de lujos, piscina, sala de conciertos, senderos boscosos en un paisaje bucólico… Muchas gracias, pero eso no es lo que estamos buscando”. «Quiero tener en mi mano la píldora, el líquido o la inyección», dice una mujer de 72 años que, junto a su marido de 88, quieren tener la libertad de decidir cómo mueren.
Nueve estados de EE UU disponen de una ley de asistencia médica para morir, pero sólo para enfermos terminales, con un pronóstico de fallecimiento de seis meses. El resto, tendrá que “buscarse la vida”, de forma discreta o clandestina.
Considerar la muerte voluntaria como una opción contraria o excluyente de otras decisiones, como recibir una asistencia psicosocial o unos cuidados paliativos de calidad es un error de bulto (o la manipulación de una mentira). El testimonio de estas personas, que viven en un entorno privilegiado, es una prueba. Todos los derechos civiles, como el derecho a morir, siempre suman. No van contra nadie y no tienen ninguna relación con los recursos asistenciales. Pensar que tan sólo una persona vaya a tomar la decisión de morir, siguiendo el procedimiento que establezca la ley, por el mero hecho de tener ese derecho a morir es un absurdo, que demuestra poco conocimiento de la naturaleza humana y poco respeto por la libertad de las personas.
Lo que está claro es que, en la aldea global de internet, aquellas personas mayores que conserven su capacidad de decisión, morirán de forma voluntaria con o sin el amparo de la ley. No es lo ideal, pero así ha sido siempre, desde el origen de la humanidad, cada persona ha decidido según su conciencia, impulsando el progreso de la sociedad y el reconocimiento de todos los derechos humanos.
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