El 13 de diciembre de 2024, Derecho a Morir Dignamente (DMD) cumple 40 años. O mejor dicho, los cumplimos, porque la asociación somos todas las personas que formamos parte de ella como socias.
Por JAVIER VELASCO, presidente de DMD
Los aniversarios son motivo de felicidad, de agradecimiento y de reflexión. Lo primero que me gustaría hacer es felicitar a todas y todos los que integramos DMD. Felicidades por haber llegado hasta aquí y con los mejores deseos para que nuestra andadura en defensa de la muerte digna siga adelante, consiguiendo más cuotas de libertad hasta el final.
Pero más que felicitar, me gustaría dar las gracias a cuantas personas han formado parte de nuestra asociación desde sus orígenes y han hecho posible que hoy continuemos presentes y activos en la sociedad española. Aunque los datos no son fiables, podemos estimar en unas 16.000 las personas que han formado parte de DMD durante estos 40 años. Imposible nombrar a todas las personas que a lo largo de estas décadas han participado en nuestro movimiento ciudadano, contribuyendo con su dedicación y esfuerzo a la consecución de los logros obtenidos en nuestra lucha por la muerte digna. La gran mayoría han sido mujeres, y es preciso reconocerlo expresamente para visibilizar su contribución en los movimientos ciudadanos. Además quiero recordar a mis predecesores: Miguel Ángel Lerma, fundador de DMD en 1984 y primer presidente hasta 1989; Salvador Pániker, presidente desde 1989 a 2009, y Luis Montes, presidente desde 2009 hasta 2018. En la actualidad somos más de 8.000 las personas asociadas, un número importante, aunque nos gustaría seguir ampliando para tener mayor fuerza e incidencia social.
También quisiera dar las gracias a aquellas personas que en estos años han querido hacer público su deseo de morir y han reclamado su derecho a hacerlo. Sus testimonios han supuesto un importante impacto en nuestra sociedad, poniendo en un primer plano la reivindicación del derecho a morir dignamente. Como pionero y personificación de la lucha por la muerte voluntaria, no podemos dejar de nombrar de forma destacada a Ramón Sampedro.
Celebramos el presente, recordando el pasado y bosquejando el futuro. Lo que nos exige reflexión sobre nuestros objetivos, sobre lo conseguido y lo que queda por lograr. Nuestros objetivos siguen resumiéndose en lo que indica el segundo artículo de nuestros estatutos: “Defender el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libremente el momento y los medios para finalizarla”.
El recordar estos fines nos confronta con lo mucho que queda por conseguir. Somos conscientes de que los derechos no se regalan: hay que luchar por conseguirlos y también para mantener y ampliar los ya conseguidos.
Defendemos la libertad para disponer de la propia vida, lo que supone el elegir el cómo, cuándo y dónde morir. Pero no podemos olvidar que la libertad es una conquista colectiva que se ejerce en un entramado social
Como movimiento ciudadano debemos continuar reforzando nuestra organización, aumentando el número de personas asociadas, consiguiendo cada día más implicación en la causa y logrando mayores cuotas de libertad en el final de nuestras vidas. En el activismo ciudadano lo importante es el nosotros, el grupo, la colectividad, pero siempre organizada y formada. No basta con el voluntarismo: hay que tener argumentos que sostengan nuestros objetivos, y estrategias para lograrlos.
Los logros conseguidos no son pocos. Entre ellos cabe destacar la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia (LORE), que nos convirtió en el cuarto país de Europa, y en el sexto a nivel mundial, en contar con una ley de eutanasia. Además, en estos 40 años nuestra asociación ha logrado que la ciudadanía, la administración y los medios de comunicación nos perciban como la referencia en España en cuestiones acerca de la dignidad en la muerte.
Queda mucho por conseguir. Hay que seguir avanzando en la superación del tabú de la muerte, considerándola como parte inherente de la vida. Hay que ampliar la difusión del testamento vital, de manera que se cumplimente por una mayor proporción de la ciudadanía. Hay que normalizar el acceso de toda la población al derecho reconocido por la LORE. Hay que ampliar, en un futuro, los supuestos que exige la ley para acceder a la prestación de la ayuda para morir, como situaciones de cansancio vital o menores.
Reclamamos la libertad como un derecho fundamental durante toda la trayectoria vital, desde sus inicios hasta su final, la muerte. La libertad supone la posibilidad de tomar diferentes opciones, siempre que no vayan en contra de la libertad de otra persona. En concreto, defendemos la libertad para disponer de la propia vida, lo que supone el elegir el cómo, cuándo y dónde morir. Pero no podemos olvidar que la libertad es una conquista colectiva que se ejerce en un entramado social. No somos totalmente autónomos, si no interdependientes, y el ejercicio de la libertad de cada persona requiere el concurso de la actuación de otras personas. Nuestra lucha por un mundo más libre, justo y solidario continúa.
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