Joaquina Sánchez creció en el exilio antifranquista, fue pionera de la lucha feminista y defensora de la muerte digna. Un derecho por el batallaron sus hijas cuando Joaquina enfermó de alzheimer, como relata el documental dirigido por Javier Falcó.
JOAN DE ALCÁZAR
Solo los que luchan toda la vida son imprescindibles, decía Bertolt Brecht. Se refería, claro, a quienes batallan por las grandes causas del ser humano: a favor de su libertad, de su bienestar, de la paz y la convivencia, de todos los derechos conocidos y los que están por tipificar. De ese tipo de persona fue la mujer a la que Javier Falcó ha dedicado su último documental: La decisión de Joaquina (2024).
Cinco mujeres van apareciendo alternativamente en pantalla y nos hablan de quién fue Joaquina Sánchez Gómez: dos de sus amigas y compañeras en la lucha antifranquista, Tina Guillem y Carmen Tomás; sus hijas Luisa y Carmen Llorca Sánchez; y María José Alemany, presidenta de la sección valenciana de DMD. Ellas nos explicarán que Joaquina fue una de las imprescindibles brechtianas y una mujer adelantada a su tiempo en muchos aspectos. Uno de ellos, que aquí es el más pertinente, por su compromiso por el derecho a morir dignamente. Alcanzar ese derecho fue una epopeya para las hijas de Joaquina, en sentido literal: una misión que se realizó con mucho esfuerzo y tras vencer enormes dificultades.
EXILIO Y COMPROMISO
Como a tantas y tantas familias, la Guerra Civil expulsó a la familia de Joaquina a Francia, donde llegó caminando en 1948, desde su Cartagena de origen, siendo una niña todavía. Allí, en contacto con los círculos españoles, conoció el antifranquismo militante, y también al que sería su marido, César Llorca, un emigrante que se convirtió en un cuadro político del Partido Comunista de España (PCE).
El partido mandó a César Llorca al interior, a la lucha clandestina, donde se convertiría en un dirigente tanto del PCE como de las nacientes Comisiones Obreras. Su mujer, Joaquina, y sus tres hijos volvieron con él a España, concretamente a Valencia. En noviembre de 1968 la Brigada Político Social detuvo a 36 militantes comunistas, que fueron torturados y encarcelados. Joaquina tuvo las agallas, como relatan Tina Guillem y Carmen Tomás, de presentarse en comisaría y denunciar la desaparición de su marido.
«Joaquina vivió muy de cerca la terrible enfermedad de su padre y eso la llevó ante un notario a hacer un pionero documento de voluntades anticipadas»
Ese fue la chispa que hizo organizarse a todas las mujeres de los detenidos, quienes comenzaron una larga y potente campaña de denuncia y de búsqueda de apoyos, nacional e internacionalmente. Esa movilización tuvo mucho que ver con que, finalmente, el ‘Caso de los 36’ fue sobreseído por la justicia franquista. Por su dominio del francés y su experiencia viajera, Joaquina fue una pieza clave en aquella lucha y en las que se mantuvieron hasta la llegada de la democracia.
Esa mujer militante, resistente y tenaz, vivió muy de cerca la terrible enfermedad de su padre y eso la llevó ante un notario a hacer un pionero documento de voluntades anticipadas en el que dejó negro sobre blanco que se negaba a recibir tratamiento alguno que prolongara inútilmente su existencia. Sin nombrarla, porque la aprobación de la ley todavía estaba a años de distancia, lo que Joaquina exigía era, lisa y llanamente, la eutanasia.
SU LUCHA FINAL
En 2015, Joaquina fue diagnosticada como enferma de alzheimer. Como se aprecia por filmaciones y fotos familiares que Falcó ha utilizado en el documental, su deterioro resulta impactante para el espectador. Joaquina Sánchez, como había dejado escrito ante notario, no hubiera querido verse ni que la vieran así.
Con el vertiginoso avance de la enfermedad entran en acción sus hijas, Luisa y Carmen, y asumen el hacer cumplir el deseo de su madre, el de morir dignamente. Las palabras de Luisa ante la cámara son demoledoras: “En agosto de 2022 comenzó la pesadilla. Un maltrato institucional, un cúmulo de irregularidades, de incumplimientos de la ley [de eutanasia]. Es como que no hay nadie al volante aquí, en materia de eutanasia. Nadie sabe nada”.
Un primer médico visita a Joaquina y le pregunta: “¿Cómo está usted?”, y ella responde “bien”. Con eso y poco más elaborará un informe que no solo fundamentará la primera negativa a aplicarle la eutanasia, sino que cuando las hijas recurran al Tribunal Superior de Justicia, este fallará qué, efectivamente, está claro que Joaquina Sánchez pidió claramente la eutanasia con su documento de voluntades anticipadas y reconocerá su grave enfermedad, pero el alto tribunal mantendrá la tesis de aquel informe médico inicial: Joaquina no sufría.
Luisa y Carmen confiesan a la cámara de Javier Falcó su rabia, su indignación insoportable, pero se conjuran para no dejar tirada a su madre, “porque ella jamás lo había hecho cuando no había ni derechos ni libertad”. Luisa hace un ejercicio de memoria democrática y de memoria familiar: “Volvió a España para luchar por la democracia contra el franquismo desde la clandestinidad, así que le debemos ese derecho”.
Las hijas de Joaquina entran en contacto con la sección valenciana de DMD, y encuentran información, apoyo y colaboración de sus responsables. “Por suerte, hemos encontrado en este proceso a la gente de la asociación que nos han acompañado”. María José Alemany, presidenta de la misma, afirma: “Joaquina sufrió un maltrato continuado. Fue una mujer luchadora a la que la Administración y la democracia le ha girado la cara. La verdad es que es intolerable”.
Luisa y Carmen no bajaron los brazos en ningún momento. Ellas y las otras tres mujeres del documental tampoco se rindieron. Tina Guillem se lo dice a la cámara, suavemente, pero con firmeza: “Seguiremos pelando por ese derecho de Joaquina y porque ese derecho se abra camino en este país de tanto intolerante”.
Después de dos solicitudes de prestación, a Joaquina se le concedió su derecho a la eutanasia el 13 de febrero de 2024. Tras los títulos de crédito y de unos breves retazos de un diálogo cargados de emoción entre Luisa y Carmen, la pantalla nos mostrará un ataúd en un tanatorio. Está cubierto por la bandera republicana, unas rosas y una foto jovial de Joaquina. Segundos antes de esa última secuencia, en pantalla podemos leer: “Su muerte se convierte también en una lucha por los derechos humanos y las libertades, como lo fue toda su vida”.
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