Valentín Español Boren. DMD-Asturias. Artículo publicado originalmente en La Nueva España.
Esta larga temporada de confinamiento que hemos vivido y sufrido, y de la que al menos parcialmente estamos saliendo, nos ha puesto en claro la importancia de sentirnos parte de una sociedad que ha velado por todos nosotros, que nos ha atendido en el complejo panorama sanitario que el virus ha provocado.
Situaciones de enfermedad y, desgraciadamente, de muerte de muchas personas, han sido noticia en los medios de comunicación uno y otro día; al tiempo que las campañas de información lideradas por profesionales de la salud y la administración sanitaria han procurado que el número de afectados fuera y sea en el futuro el menor posible.
Asimismo, hemos sabido de la soledad en la que demasiadas personas han estado obligadas a pasar días de incertidumbre sobre su salud en sus domicilios, centros sanitarios o en residencias de mayores sin poder sentirse acompañadas por sus seres queridos.
La situación ha sido muy compleja y, aun contando con asistencia sanitaria de calidad, hemos visto cómo en algunos casos quedaba de lado la dignidad de las personas en esta etapa de su vida, personas que no han podido decidir dónde y cómo hubieran querido pasar sus últimos días y qué cuidados querían o no querían recibir.
Sabemos que no siempre lo mejor es estar en un hospital, rodeados de personal sanitario al que no conocemos y ni siquiera podemos ver la cara, y de máquinas que, en demasiados casos, sólo sirven para diferir una muerte previsible. Morir con dignidad es morir como la persona desea, ya sea en su casa, en una residencia o en un hospital y con unos cuidados de calidad en uno u otro entorno, pero siempre con el consentimiento de la persona y con una toma de decisiones compartidas tras una información veraz. Evitar el encarnizamiento terapéutico está considerado desde hace bastante tiempo una buena praxis médica; por ello, en muchos casos, se debe evitar un ingreso en UCI que solo consigue retrasar la agonía y el momento final pero que lo acompaña de un sufrimiento innecesario.
Nuestra Asociación defiende el derecho a una vida y una muerte dignas por igual, es decir, pudiendo ejercer nuestro derecho a decidir qué queremos y qué no queremos para las situaciones en las que está en vilo nuestra salud. Defendemos que los profesionales conozcan y atiendan nuestros deseos en cuanto a atenciones, cuidados y tratamientos que recibimos. Derechos que están recogidos desde 2002 en la Ley de Autonomía del Paciente y, desde 2018, en la Ley del Principado de Asturias sobre Derechos y Garantías de la Dignidad de las personas en el Proceso del Final de la Vida
Defendemos pues, que se nos oiga en los momentos de tomar decisiones que nos conciernen, y si no las podemos expresar por el deterioro de nuestra salud, que se conozcan y cumplan las que tengamos escritas en el Documento de Instrucciones previas, herramienta que el derecho pone a disposición de todos. Tenerlo escrito y registrado nos garantiza que se cumplan nuestros deseos.
Ahora que parece que ha vuelto la calma, que los momentos más duros de la situación de alarma han pasado, creo que es tiempo de hacer un análisis valorativo que nos permita, como sociedad, reflexionar sobra la forma en que, ante cualquier contingencia, debemos seguir asegurando el cumplimiento del ejercicio de todos nuestros derechos en todos los momentos de nuestra vida y fundamentalmente en aquellos en que somos más vulnerables, la enfermedad y el proceso final de vida.
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